lunes, junio 27, 2005

Smog

Todos las mañanas, en el trayecto hacia el trabajo o el café, respiramos abrazos en pena. Abrazos de personas abandonadas, sufridas o apesumbradas, que se conviertieron en presidiarios de los descuidos propios, o ajenos. Abrazos impetuosos, corajudos, interminables. Penitencias.
Todas las mañanas, junto al café o la caminata, lo único eterno es lo inalcanzable.

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