Objetos
Los departamentos de la costa atlántica bonaerense, parecen haberse echado a dormir con las últimas luces de los ochenta. Exhiben, inmutables, los vestigios de unas temporadas larguísimas de helado, parrillada y milanesa a caballo para todos. De camas cuchetas, colchones, colchonetas y habitaciones superpobladas por las familias de los dos -claro, los noviecitos-.
Mientras el viejo conecta la luz en la escalera, la vieja se adelanta a oscuras con el firme propósito de orear los ambientes. Y ahí está, la cortina translúcida anaranjada, dejando entrever un sticker con los herrumbrosos escudos de los municipios. Nadie supo quién lo pegó.
En el comedor, se procede a cambiar las sábanas de las camas, mientras alguien da la mala noticia: la garrafa se acabó. ¿Quién tendrá el honor de inmiscuírse en el kiosco, sorteando bidones de diez litros, palitas y baldes colgantes, reposeras encadenadas y canastos de caracol?. Habrá que esperar. Que el mate vaya templando la lata, y alguien pedirá jugar a la generala, la escoba de quince, el chin-chón o la lotería. Para Abril, habrá olvidado qué son.
Llega la cena, y el casino improvisado cerró. A dar vuelta el mantel de plástico, que el pañolenci se vuelva a aferrar a la fórmica y los Durax no caigan al suelo -ni ellos , ni el cenicero de aluminio-. A prender el calefón, no ducharse al mismo tiempo, secar los azulejos verdes y colocar otra vez el centro de mesa: vidrio y frutas, color y vidrio (ni Sargent Peppers lo hubiera hecho mejor).
En cuestiones de tiempo, el taco del almanaque nunca desesperó: "Marzo 5, 1982", por los siglos de los siglos, amén. El hipocampo lo predijo, mañana habrá cielo azul.
Mientras el viejo conecta la luz en la escalera, la vieja se adelanta a oscuras con el firme propósito de orear los ambientes. Y ahí está, la cortina translúcida anaranjada, dejando entrever un sticker con los herrumbrosos escudos de los municipios. Nadie supo quién lo pegó.
En el comedor, se procede a cambiar las sábanas de las camas, mientras alguien da la mala noticia: la garrafa se acabó. ¿Quién tendrá el honor de inmiscuírse en el kiosco, sorteando bidones de diez litros, palitas y baldes colgantes, reposeras encadenadas y canastos de caracol?. Habrá que esperar. Que el mate vaya templando la lata, y alguien pedirá jugar a la generala, la escoba de quince, el chin-chón o la lotería. Para Abril, habrá olvidado qué son.
Llega la cena, y el casino improvisado cerró. A dar vuelta el mantel de plástico, que el pañolenci se vuelva a aferrar a la fórmica y los Durax no caigan al suelo -ni ellos , ni el cenicero de aluminio-. A prender el calefón, no ducharse al mismo tiempo, secar los azulejos verdes y colocar otra vez el centro de mesa: vidrio y frutas, color y vidrio (ni Sargent Peppers lo hubiera hecho mejor).
En cuestiones de tiempo, el taco del almanaque nunca desesperó: "Marzo 5, 1982", por los siglos de los siglos, amén. El hipocampo lo predijo, mañana habrá cielo azul.
6 Comentarios:
Excelente!! Excelente!! Es tan precisa la descripción que da miedo!!!
Que barbaro, durante el lapso que duró la lectura me sentí en Necochea, allá por 1988, comiendo milanesas con papafritas en el depto de mis tías.
Aguante el cucuruchón de las heladerías Massera, vieja!!!
Das miedo, negru n_ñ
(Ta besho)
Yo se que estoy atravesando asi como una etapa o algo, no?
Pero por qué tiene que dar miedo una descripción precisa?
Por qué, por dios!?
Búh ¬¬
¿Viste esos toldos de plástico a rayas verdes y blancas? Bueno, me hizo acordar a eso.
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