martes, abril 03, 2007

Berliner mauer

Cuando abrimos este lugar les juro, no se trataba de un manotazo de ahogado ni mucho menos. Sino de un puñado de sofocados a los que la calle los había tomado por sorpresa inyectándoles una dosis inmensa de todo lo que en ella se podía experimentar. Todos éramos hermosos, viciosos, pasionales e irreverentes.
Para cuando nos sentimos doctores, a todos les dio por probar otros callejones y perdimos inmunidad:
*Pablo se hundió en un charco de azúcar espesa en la que a no todos nos gustó meter los pies.
*Ale se las rebuscó en un intento tardíamente fallido –hay que reconocer que le duró bastante-, de enmarcar su amplia paleta de colores individuales en algo magnánimo que él mismo bautizó como Absoluto.
*Santiago inspirado en el cerdito de la casa de ladrillos, probó con tres o cuatro espacios inconclusos y contemporáneos. Conservó un pedazo fresco de todos nuestros corazones en un frasco de alquitrán azul y, como mayor mentor del hecho público, de vez en cuando insiste con esto, la reseca pepita del imperio, retocándole el color.
* Yo misma -diosa de lo inconstante- recomendándome contraindicada la perseverancia y renunciando a mis raquíticos fake plastic trees al ritmo de un molusco anciano para meterme ,de cuando en cuando, en mi templo original a hacer las veces de forastera y no perdonarles nunca, a ninguno, que se les haya ocurrido esto de engristecer.