Instantánea
Una lapicera se queda sin tinta y se desarma un omelette. Se pincha una rueda, alguien se enamora, un pájaro vuela y alguien nació. Inevitable.
Josefina selecciona manzanas y el verdulero humedece sus dedos en el labio inferior -la pelota se va a la avenida-. Carlos toca el timbre de Raúl con insistencia, un tachero compra el diario, y el despertador hace trizas la siesta de Coco. Maldice.
Un microondas cesa su marcha y Martín golpea por primera vez a su hermano. La vecina revisa unas fotos, Carlita estudia, Gerardo junta la yerba que desparramó y Cristina llora porque Mario no va a volver. Despacito, suena un djembé.
El perro del garage llora otra vez, pero la t.v. del séptimo se enciende al compás del velador de doña Benigna y resulta increíble.
En la parada del colectivo hay tres personas que contemplan de reojo una discusión, entanto, la dueña de los rulitos chocolatados degusta arena y alcanfor. Jaque mate y ta-te-tí.
"Veinticinco centavos", dice el del locutorio; y en la esquina está parado el hombre del bolsito gris (abrochándose la camisa, adecentándose el pelo, olvidando lo que acaba de hacer). Jorge encuentra otra multa en el auto, está exhausto. Silvina y Paloma seleccionan con cuidado un DVD -tienen dos en las manos-. El taxi no para, se le cae una lata al repositor y me corto con papel.
Melina grita porque de verdad no lo quiso hacer. Pelusa lava los platos, Santiago se queja, Leo pega un póster y Nadia decide "crecer". Porfirio desaloja la habitación de arriba de la relojería y, como ya no quiere seguir, golpea la puerta como intentando sellarla.
Marta se pincha el dedo enhebrando un hilo azul. Matías cambia el canal y Lucía lee el último renglón. Nadie sabe que Camilita se indispuso, ni que el panadero se quemó sacando la última bandeja.
Suena el teléfono y hay grandes noticias para Javier. Andrea no sabe cómo formar el carmín sin carmín y le pone un poco más de blanco al rojo; está molesta. Como El pluma se tatúa el nombre de su nieto, Gaby, el hijo, revuelve el puré. Empieza el segundo cómpacto y el cielo se tiñe de gris. El gato se meó en las margaritas.
En Yenny se cae un libro y todos se dan vuelta a mirar. De Catedral sale otro subte, de Mc Donalds otra hamburguesa, alguien endereza una trenza, y alguien se echa a caminar.
Josefina selecciona manzanas y el verdulero humedece sus dedos en el labio inferior -la pelota se va a la avenida-. Carlos toca el timbre de Raúl con insistencia, un tachero compra el diario, y el despertador hace trizas la siesta de Coco. Maldice.
Un microondas cesa su marcha y Martín golpea por primera vez a su hermano. La vecina revisa unas fotos, Carlita estudia, Gerardo junta la yerba que desparramó y Cristina llora porque Mario no va a volver. Despacito, suena un djembé.
El perro del garage llora otra vez, pero la t.v. del séptimo se enciende al compás del velador de doña Benigna y resulta increíble.
En la parada del colectivo hay tres personas que contemplan de reojo una discusión, entanto, la dueña de los rulitos chocolatados degusta arena y alcanfor. Jaque mate y ta-te-tí.
"Veinticinco centavos", dice el del locutorio; y en la esquina está parado el hombre del bolsito gris (abrochándose la camisa, adecentándose el pelo, olvidando lo que acaba de hacer). Jorge encuentra otra multa en el auto, está exhausto. Silvina y Paloma seleccionan con cuidado un DVD -tienen dos en las manos-. El taxi no para, se le cae una lata al repositor y me corto con papel.
Melina grita porque de verdad no lo quiso hacer. Pelusa lava los platos, Santiago se queja, Leo pega un póster y Nadia decide "crecer". Porfirio desaloja la habitación de arriba de la relojería y, como ya no quiere seguir, golpea la puerta como intentando sellarla.
Marta se pincha el dedo enhebrando un hilo azul. Matías cambia el canal y Lucía lee el último renglón. Nadie sabe que Camilita se indispuso, ni que el panadero se quemó sacando la última bandeja.
Suena el teléfono y hay grandes noticias para Javier. Andrea no sabe cómo formar el carmín sin carmín y le pone un poco más de blanco al rojo; está molesta. Como El pluma se tatúa el nombre de su nieto, Gaby, el hijo, revuelve el puré. Empieza el segundo cómpacto y el cielo se tiñe de gris. El gato se meó en las margaritas.
En Yenny se cae un libro y todos se dan vuelta a mirar. De Catedral sale otro subte, de Mc Donalds otra hamburguesa, alguien endereza una trenza, y alguien se echa a caminar.
5 Comentarios:
La cosa es así. Esta gran fotógrafa del barrio me trajo hasta tu casa: Nina. Y ayer fue 25 de Mayo y este gato porteño que vive en Chile se dijo mientras iba leyendo tu madeja de relaciones bien orquestadas, "sí lo agrego", porque hace rato que quiero tener algún link argentino... Y sí, uno no deja la nostalgia así como así... En mi fotoblog hay una fotito de allá. Y bue, si no querés te saco. Pero ya está decidido.
Maullido mullido por esto que acabo de leer. Seguiré condimentando porque el gato se meó en las margaritas y las margaritas eran flores de mi infancia, che...
Abrazoceánico!!
Me gustan esos textos que se leen casi sin respirar, como éste, donde de verdad todo parece una cinta de cosas que suceden al mismo tiempo.
Juega con la imaginación, juega a que la cabeza es una cámara.
Shazz es una de las pocas personas que conozco que juega a jugar.
Bueno...que gracias, ches.
me encantó. no podía detenerme y se me fueron mezclando las imagenes unas tras otras, como en una vorágine. volveré por aquí. gracias!
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